- Mitología escandinava creación
- La mitología escandinava comprende las creencias religiosas y espirituales que los pueblos de la península Escandinava e Islandia mantuvieron antes de adoptar el cristianismo, y que se conservan sobre todo en las gestas o Eddas escritas alrededor del siglo X. En esta mitología, el mito de la creación cuenta cómo, al principio no había ni arena, ni mar, ni olas saladas, ni tierra por abajo ni cielo por arriba; el abismo no tenía fondo y la hierba no crecía en ninguna parte. El abismo original se extendía entre el país de los hielos, de las tinieblas y de las nieblas, al Norte, llamado Niflheim, y, en el Sur, el país de fuego, llamado Muspelsheim. De su mezcla nacieron el mar, la tierra y las aguas. Pero ante todo los ríos; doce, que, venidos del sur, fluyeron hacia el país de los hielos: allí se cubrían de escarcha y morían en las inmensidades heladas. Pero esas masas de agua helada colmaron poco a poco el abismo que antaño no tenía fondo, el Ginnungagap, y los vientos del Sur, cada vez más calientes, comenzaron a fundir los hielos. Las gotas de agua, vivificadas por el aire del Sur, se reunieron para formar un cuerpo vivo, el del primer gigante: Ymir. Al principio único ser dotado de vida, tuvo pronto la compañía de una vaca: Audumla, nacida como él en el hielo fundido. De la ubre de Audumla fluían cuatro ríos de leche, que nutrían a Ymir; ella se nutría de la sal contenida en el hielo que hacía fundirse lamiéndolo. Mientras Ymir bebía esa leche y multiplicaba sus fuerzas, ocurrió que la vaca hizo surgir, en las tibias gotas de leche que salpicaban los bloques de piedra cubiertos de escarcha, otro ser viviente, de forma humana: Buri. Sus cabellos fueron lo primero que tomó forma, luego la cabeza y luego todo el cuerpo. Buri, como Ymir, era capaz de reproducirse, y tuvo un hijo, Bor, que con el tiempo se casó con Belsta, una hija de gigante, descendiente de Ymir. Así, de la nada, surgieron las razas de los gigantes y los dioses. Los hijos de Bor (Odín, Vili y Ve) se abalanzaron contra Ymir y lo mataron. Arrastraron su cuerpo inmenso por sobre el abismo. A partir del cuerpo despedazado del gigante, Odín, con ayuda de sus hermanos Ve y Vili, creó el universo; con sus huesos las montañas, con sus dientes, los guijarros del mar. Crearon a los enanos con los gusanos que roían la carne de Ymir, con el craneo, la bóveda celeste, que colocaron sobre cuatro enanos que son los encargados de sostenerla (son los cuatro puntos cardinales), con su cerebro crearon las nubes, con su sangre el mar y con sus cejas enmarañadas el Océano exterior, la frontera, los bastiones de su dominio, o sea, Mitgard, la serpiente Yormungard. El sol, aún en el Muspelsheim, enviaba hasta allí al azar chispas que se dispersaban por la inmensidad helada. Al desplegar los dioses la bóveda celeste por encima del mundo, las chispas del Sol se fijaron en ella haciendo nacer los astros. Los dioses regularon su curso, instituyendo así el ritmo de las estaciones, que hizo nacer la vegetación, y también la sucesión de los días y de las noches. La noche fue la primera, y de ella manó el día.
Enciclopedia Universal. 2012.